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la prostitución política, la crisis de la izquierda y los jóvenes con las mismas mañas


Hace poco recibí una invitación a debatir sobre el tema de moda en los círculos políticos alternativos: La renovación, tema que preocupa a algunos de los más experimentados por sentirse excluidos y a algunos jóvenes que temerosos de los cambios osan en desvirtuar argumentos para ponerlos en términos de incompatibilidad entre nuevos y viejos, reacios asimilan el llamado a renovar con un grito de guerra invocando una querella generacional, pero no hay tal, Salvador Allende en la sabiduría de sus 64 años indicó con lucidez la existencia de jóvenes enquistados en las viejas prácticas y los llamó jóvenes viejos, también aludió a los viejos renovadores dispuestos a transformar las formas, los llamó viejos jóvenes y se incluyó entre ellos, la razón asistió a Salvador, la renovación no está contenida en un rango de edad, no existe la renovación si lo único nuevo son los rostros y se mantienen intactas las formas

La crisis, parafraseando a Gramsci, consiste en esos momentos en que lo viejo no termina de morir y lo nuevo no puede todavía nacer, se siente hoy una situación de aguda confrontación política entre unas formas que se proyectan desde el pasado y la incursión de nuevas propuestas que las confrontan

El deterioro de los términos de intercambio, la devastación del medio ambiente, el desvío de recursos públicos a bolsillos privados, son realidades que gracias a las redes sociales se convierten en realidades inocultables que han derivado en la emergencia de una “ciudadanía relacional”, que identifica a una rosca cuya codicia ha desatado la inminente crisis, que ha capturado a la política para degradarla y que pondera sus negocios por encima de la dignidad humana

PierPaolo Donati, entre otros, alertan sobre esas nuevas ciudadanías que emergen de las crisis y establecen nuevos vínculos sociales, se asocian a partir de causas comunes y contribuyen como factor determinante para trasformar las relaciones de poder, se ven en las calles y en las redes, no exigiendo la restauración de la representatividad, sino defendiendo sus causas y eso, la vieja izquierda no lo ha asimilado, resulta natural en los tradicionales, pero terriblemente contradictorio en jóvenes que insisten en secuestrar la política, jóvenes viejos que se exhiben o exhiben al líder de su movimiento como único intermediario para representar sus causas, se autodenominan la renovación mientras van realizando cálculos electorales con exagerada anticipación, los jóvenes viejos mantienen vigente lo viejo, no lo dejan morir, extienden la crisis, no permiten la renovación.

En la medida en que las viejas formas se mantienen se contribuye enormemente a alejar al ciudadano decente de la política, cuando se construyen camarillas que convocan a la ciudadanía a escuchar a un líder para que les de la línea, líder al que despojan de su condición humana otorgándole perfección; cuando los líderes de cada camarilla, muchos con rostros nuevos, se disputan la fábula de ser el Pablo Iglesias criollo y sus egos les impiden mirar hacia abajo, cuando la solución de quienes con arrogancia enrostran a las bases su condición de líder como los monarcas a los súbditos, es la de construir la estrategia electoral del 2018 que lleve al líder al congreso y/o al concejo y cuando el que se atreva a pedirle explicaciones a Clarita por tener una sociedad off shore o a cualquier otro iluminado de la arrogante cúpula que se sostiene en las viejas formas es elevado al grado de enemigo por los jóvenes viejos, se aleja cualquier indicio de renovación, el diálogo no puede ser entre los mismos, debe permitir escuchar la voz del anónimo y vincular a esa ciudadanía emergente que todos quieren representar.

La renovación entonces, es una pléyade de viejos y jóvenes que se vuelcan al ciudadano para devolverle la política, convierten la plaza en el centro del debate, hacen de la cultura la revolución de la revolución y su apuesta común es arrebatarle el poder a la rosca para que lo ejerza la ciudadanía, son los que se pegan a las exigencias ciudadanas sin primero indagar con recelo que otro “líder” pueda estar detrás, para ausentarse o denigrarle, existen y hay que permitirles avanzar, así quizás lo nuevo termine de nacer



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