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EL CAMPEÓN DEL MUNDO Y SUS AFICIONADOS #IdeasporCómbita


El hecho de que a los triunfos del pedalista Nairo Quintana y de los demás exitosos ciclistas colombianos les dediquen espacios leves en los noticieros y de que no existan hordas ni multitudes enloquecidas incendiando urbanizaciones o disparando tiros a diestra y siniestra cada vez que uno de estos deportistas obtiene un galardón en Europa, no es síntoma de impopularidad. Al contrario. Tal vez este momento, el más importante que haya vivido el ciclismo colombiano en toda su historia, está creando de manera exponencial y ordenada otro tipo de afición, más educada, fiel y, sobre todo, tranquila.

Ser fanático del fútbol requiere poseer un sentido gregario de la emoción. Por tratarse de un deporte de conjunto, la noción de barra, de grupo que apoya a los once jugadores, se refuerza hasta convertir en auténticas tribus guerreras, en ejércitos dispuestos al ataque, a los fanáticos. Con el fútbol hay una noción de familia, de rito colectivo donde el contacto persona a persona de la cancha tiene un reflejo natural en sus devotos, quienes traban cercanías muy similares a las de los futbolistas, se entrelazan, se golpean, saltan como animales enjaulados unidos por el abrazo.

En el ciclismo ocurre que la fuerza está distribuida de otras maneras. El equipo se une para cooperar con su capitán, quien trata de perseverar en resistencia y velocidad durante toda la competición. En una disciplina como esta donde el esfuerzo individual cuenta de modo preferente, se pueden observar los procesos de cada competidor con toda calma. El seguimiento de la prueba ciclística – no de una etapa o dos sino de toda la prueba, diariamente, de comienzo a fin - exige del observador altas dosis de serenidad y más que todo de atención con el fin de contabilizar tiempos, leer el terreno que los ciclistas recorren y entender las diferentes estrategias tendientes a los avances y definiciones de la competencia completa.

Deben existir aficionados al ciclismo que sigan una carrera mientras beben kilolitros de alcohol. Esto es Colombia y esa situación puede ser posible. Pero no es muy emocionante emborracharse mientras se ve por televisión una cronoescalada.Nadie en medio de una borrachera logra gozarse eso. Quien gusta del ciclismo necesita los mismos kilolitros pero en moderación, en concentración.

Les ha quedado de para arriba a ciertos anunciantes cooptar publicitariamente a Nairo Quintana.

Y ese tipo de aficionado, el estudioso, es el que ha gestado nuestro ciclismo durante los últimos años. Por supuesto que personalidades así no resultan interesantes para los noticieros de televisión, sedientos de sangre y de escándalos. Si a este desinterés se le agrega que un hombre como Nairo Quintana tritura de medio a medio los cánones del sex-appeal, porque no tiene estampa para modelar ropa interior, y es más cercano en su constitución a un poderoso aborigen cuya capacidad proviene de la tierra misma, la indiferencia de los grandes medios está garantizada. Les ha quedado de para arriba a ciertos anunciantes cooptar publicitariamente a Nairo Quintana. Por fortuna no es bonito ni vivirá jamás de exhibir su rostro. Como dato curioso, en Boyacá, la región de la cual es oriundo, Quintana ha puesto su semblante y sus logros como ejemplo dentro de campañas educativas.

Un ciclista es un héroe a la antigua, una especie de silencioso caballero andante que rara vez se presta al circo del mercado. Y así son quienes lo siguen, valga aclararlo. Gentes sosegadas, por lo general habitantes de zonas aldeanas o del agro, que no arman alborotos sobre las carreteras ni necesitan ponerse en riesgo de cárcel a la hora del festejo. Y son muchos, aunque no parezca. El problema es que no sirven para salir en televisión.

Entre las grandes lecciones que nos ha prodigado el ciclismo en estos años recientes se encuentra la de las metas conseguidas a punta de tesón y de disciplina. Existen miles de apasionados por este deporte a lo largo y ancho del país quizás con los mismos valores que tienen los ciclistas a quienes admiran; gente que no colma estadios pero sabe lo que es la fidelidad y la paciencia, ajenos al bullicio y a la gritería. Más ahora, cuando Colombia tiene (como asegura el periodista de la columna con absoluta razón) a uno de los mejores ciclistas del mundo, un baluarte en esta nación corrupta y pícara. Para sus respetuosos y humildes aficionados, el mejor ciclista del mundo se llama Nairo Quintana. Y eso, aunque resulte imperceptible, no es poco.



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